Cada vez hay menos niños y eso sólo tiene una explicación: que alguien quiere que haya menos niños. La masa ciudadana vive al albur de un capricho del poder, y de pronto está bien lo que estaba mal, se deja de hacer algo que era una costumbre o se impone una tradición que nadie había pedido. No tener hijos sirve para tener a la gente más rato en las redes sociales, cobrarle el doble por una casa y evitar que una Tierra superpoblada explote porque estamos todos reciclando mal la basura. Este último motivo (el cambio climático) vale en realidad para cualquier ocurrencia. Ahora nos llega La evaluación, que parece extremar la relación siempre siniestra entre el Estado y tu deseo de tener hijos. Naturalmente el Estado no debería inmiscuirse en los anhelos reproductivos del individuo. Dirige, tras muchos cortos y videoclips, Fleur Fortune (fascinante nombre); y escriben tres señores que tampoco hace falta nombrar aquí, con poca filmografía encima. El guion, según descubrimos al final de la cinta, es quizá bastante mejor que la propia película. Cuando un filme deja la sensación de que podría haber sido verdaderamente bueno, comprendemos los imponderables de este arte, lo poco que se necesita para arruinar una historia y lo poco que se necesita (pero ¿quién lo sabe?) para completar una obra maestra. La evaluación se refiere a la visita que una funcionaria de aspecto monjil casi polaco realiza a una pareja adinerada para someterles a una semana de pruebas parentales. Tras siete días de tests y experimentos, la funcionaria determinará si el Estado les permite tener hijos. Es un proceso trasplantado del que se aplica en las adopciones, sólo que ahora el Estado evalúa niños inexistentes, fantasmas de la infancia. Naturalmente el Estado no debería inmiscuirse en los anhelos reproductivos del individuo La propuesta es de un minimalismo muy estimulante, al punto de que parece una película de Bergman con ciencia ficción al fondo. Comprendemos, por cuatro detalles, que ni siquiera estamos en el planeta Tierra. Ahora se llama Viejo Mundo y sólo sirve para encarcelar allí a los disidentes. En el nuevo hogar de los humanos (a la manera de Interstellar, pero más feo todo), tener hijos se controla mucho, porque debe de ser que es un planeta muy pequeño. Este planeta muy pequeño lo han conseguido retratar yéndose a rodar a Tenerife. Así, la película apuesta por la incomodidad, que es algo que gusta mucho en el cine actual (Ruben Östlund, Joaquim Trier), y por los traumas aparejados a la maternidad. Alicia Vikander, como funcionaria de procreación, vive durante una semana con la pareja y la somete a todo tipo de pruebas delirantes, entre ellas, hacerse pasar ella misma por una niña mala y ver cómo lidian los futuros padres con las niñas que no quieren comer o se escapan. También les obliga a practicar sexo con ella mirando. A todo se avienen los deseosos padres, porque cuando el Estado consigue hacerte obedecer, pierdes por completo tu brújula moral. Himesh Patel da vida la marido, y Elizabeth Olsen, a su esposa. El problema como actor de Himesh Patel es que es muy majo, tienen pinta de majo y hace siempre el mismo papel; adivinen: de majo. Además, eventualmente se le puede confundir con Dev Patel, que es otro actor. Elizabeth Olsen lo tiene todavía peor, pues puede ser fácilmente confundida con “las gemelas Olsen”, que en realidad son sus hermanas. Físicamente indistinguibles, las tres, de hecho. Elizabeth nos da la mejor interpretación de la cinta, la única precisa. Mientras, Patel naufraga en ese ser-nada-pero-muy-majo y, ciertamente, Alicia Vikander, prometedora actriz venida a menos desde que se metió a hacer de Lara Croft en Tomb Raider, acaba siendo un error de casting. Hay algo que no funciona en el trabajo de Vikander para esta película. Este planeta muy pequeño lo han conseguido retratar yéndose a rodar a Tenerife Con todo, la casa donde se desarrolla la acción es espectacular, con Mondrian inspirando paneles y ese brutalismo que ha puesto de moda la película del mismo título. Hormigón, colorines, alfombras tupidas, el futuro del pasado. La evaluación incluye todos los temas de nuestro tiempo, incluida una cena woke un poco excesiva (la pareja invitada la forman dos mujeres de razas distintas con una niña también de una raza complementaria), pero lo hace finamente, sin parecer planfletaria. Al final, se producen numerosos giros muy inspirados en el argumento, pero llegan tarde, o llegan pronto, o llegan cuando la película ya sólo puede ser buena, y no excepcional, como podría haber sido si se hubieran tomado decisiones más felices.
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